18 febrero 2010

El timbre del teléfono móvil resuena por toda la habitación.
Su corazón salta en el interior de su pecho y las mariposas se liberan. Es él.

— Escucha, tenemos que hablar. ¿Puedo ir hasta tu casa?

Apenas en media hora, él ya está allí.
Ella abre la puerta y sonríe. Él trata de imitarla, pero el gesto no se corresponde en sus ojos. La lluvia, además, lo ha empapado.
No la besa. Y ella se asusta más.

Todo se resume en sentimientos no correspondidos, en terceras personas, en pasión perdida. También en llantos y gritos. Luego súplicas. Y luego, el adiós definitivo.

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